Originalmente procedente del continente americano, el tomate es una especie de híbrido entre la fruta y la hortaliza. Desde Sudamérica se extendió por el resto del mundo adaptándose muy bien a las condiciones climáticas de la zona mediterránea, en la que existen muchas variedades en forma, color o sabor. Su cultivo se da en los meses calurosos, aunque debido a las técnicas de producción puede comerse durante todo el año.
El tomate es un alimento de muy bajo contenido calórico y prácticamente exento de grasa, rico en vitaminas C y A (también en menor grado en vitamina K), minerales como fósforo, hierro, calcio o magnesio, y tiene casi la exclusiva del licopeno, que además de ser el responsable del color del tomate es un poderoso antioxidante, cuyos efectos, junto a los de la vitamina C y la vitamina A, previenen la aparición del cáncer. El tomate tiene también efectos beneficiosos para el aparato cardiovascular, mejora el perfil lipídico en sangre, reduciendo el colesterol y los triglicéridos, previene algunas enfermedades de la próstata y mejora el sistema inmunológico de defensa.
Su riqueza es también culinaria o grastronómica, ya que además de crudo en multitud de ensaladas y sopas frías, puede cocinarse de un gran número de maneras, desde platos donde el tomate es el elemento central, como los tomates rellenos o las sopas de tomate y pan hasta utilizarse frito como aderezo para pasta, arroz o patatas.